“La pastilla, la inyección, el injerto, el implante o el transplante a veces son necesarios. Empero, la verdadera curación ocurre cuando con todo ello se crea un cambio interior. El mejor médico es el que sabe despertar la confianza en su propio poder de curación en aquellos que acuden a él. El que ayuda a crecer.”
“Por supuesto que un buen médico debe saber de su ciencia. Debe permanecer actualizado. Eso se debe dar por sentado. Es apenas lo mínimo. La verdadera esencia del médico radica en nunca olvidar que todos los que nos reunimos en un consultorio somos humanos. Ninguno es superior. Ninguno es inferior. Todos, simplemente, somos humanos.”
“Cuando llegue a mi consulta yo no lo voy a preguntar “a qué viene, de qué sufre o qué le pasa”. No. Le voy a preguntar: “Qué está buscando? Hacia dónde va con su vida?” Es una pregunta más profunda, más trascendental. Yo no soy un mecánico de gente. Yo voy a honrar su visita ayudándole a encontrar una ruta para que entienda mejor la vida y viva mejor, no solamente para atenderle una necesidad o quitarle un dolor.”
“No dejaré de emplear un medicamento, tradicional o alternativo, si así es requerido. Y si fuera necesaria una cirugía, se lo voy a decir. Mas, con ello, y ante todo, voy a llevarle a que se de cuenta de algunas cosas que quizás no está viendo, no sabe o ha olvidado, por las cuales uno se enferma; y a aquellas otras por las cuales uno mejora y se sana. La mejor medicina es la consciencia que crece.”
“Una de las cosas que he aprendido en mis años de práctica – y por supuesto, en mi propio proceso de vida – es que la alegría es la madre de todas la saludes. Si cuando llegue a mi lo veo triste, y si usted me lo permite, se lo voy a decir. Y le voy a preguntar a qué se debe ello. Y si usted me lo permite le voy a decir lo que le deba decir. Y si usted me lo permite, le voy a ayudar a encontrar la solución. La alegría es la madre de la salud.”